El primer vuelo de la historia que contó con la participación de una aeromoza se llevó a cabo el 15 de mayo del año 1930 y estuvo a cargo de la empresa Boeing Air Transport. Semanas antes de esta primicia, la enfermera diplomada Ellen Church se presentó ante Steve Simpson,
administrador de la aerolínea anteriormente mencionada, para pedirle
trabajo, preferiblemente como piloto, puesto que había tomado lecciones
de vuelo.
Church inspiró en Simpson una idea formidable: la de sustituir a los couriers
(asistentes de vuelo que además de trabajar como copilotos se
encargaban de los pasajeros que trasladaba algunas aerolíneas
especializadas en el transporte de correo aéreo), por enfermeras, mujeres que podían brindar un servicio más completo al pasajero, además de tranquilizarles a lo largo del viaje.
El Boeing tri motor partió desde Oakland a Chicago llevando a bordo a Ellen Church, la primera azafata de la historia de la aviación comercial.
A pesar de que la incorporación de esta figura causó cierto recelo en
los pilotos y, muy especialmente, en las esposas de éstos, las aeromozas comenzaron a ganarse el respeto y la admiración de las personas, justificando con creces su presencia y dedicación en los vuelos comerciales.
A pesar del gran aporte de la Boeing Air Transport, no fue sino la American Airways quien, en el año 1934, comenzó a ofrecer el servicio de comida a bordo de sus vuelos, incluyendo paulatinamente el servicio de platos calientes. Cuando se incorpora a la American Airways el modelo DC3 con capacidad para 21 pasajeros y vuelos de hasta 18 horas, el catering aéreo comienza a dar sus primeros pasos en la historia.
Estos vuelos de costa a costa obligaban a los pilotos a hacer varias escalas para reponer combustible y reabastecer el vuelo de alimentos y bebidas. Fue así como en un hangar de Oakland se inauguró la primera cocina en tierra, para preparar platos elaborados y subirlos a los vuelos para el consumo de los pasajeros.
Lo más normal era que los pasajeros tomasen un refrigerio en los aeropuertos cada vez que el vuelo hacía escala, sin embargo, apenas la idea de servir comida a bordo comenzó a hacerse popular, muchos de estos restaurantes se encargaron de proveer a las aerolíneas de los alimentos necesarios, los que se colocaban en termos donde podían permanecer calientes por un par de horas.
Las aeromozas se encargaban de servir a los pasajeros los alimentos emplatados, en una respectiva bandeja con la cubertería completa, tal y como se comería en cualquier restaurant de tierra firme. Como para aquella época no existían las mesitas reclinables que ofrecen las butacas de los aviones actuales, los pasajeros colocaban un cojín sobre sus piernas y así disfrutaban de la comida.