Clarence Birdseye y William Maxon fueron los hombres encargados de revolucionar el servicio de comida a bordo de los aviones en la década de los cuarenta. Birdseye había desarrollado, en el año 1922, la técnica de congelación rápida para garantizar la duración y la seguridad alimentaria de las comidas, mientras que Maxon fue el creador del horno de convección para descongelar las comidas.
Gracias
a estos implementos, las aerolíneas pudieron preparar comidas
calientes en los aviones, platos que recibieron el nombre de Galley. A los utensilios creados por Birdseye y Maxon se suma un importantísimo aporte de Percy Spencer, un ingeniero de la Raytheon Corporation.
Aunque el trabajo de Spencer estaba vinculado a la aeronáutica de otra
manera, puesto que trabajaba en la fabricación y diseño de radares,
fue capaz de identificar el poder del magnetrón.
El magnetrón era usado como un componente de los radares, sin embargo, tenía la capacidad de calentar rápidamente cualquier alimento, de tal modo que al perfeccionar su invento, Spencer obtuvo el primer horno de microondas;
era el año 1946. Aunque el microondas original tenía ciertas
limitaciones, pues era sumamente pesado y de dimensiones poco
manejables, el diseño no tardó en evolucionar y hacerse más versátil.
Pronto el horno diseñado por Spencer desplazó al horno de convección de Maxon, entre otras cosas porque no tardaron en descubrir que el microondas también tenía la propiedad de descongelar los alimentos. Las pequeñas kitchenette de los aviones empezaron
a incorporar al microondas, no obstante, la comida se embarcaba en los
vuelos refrigerada y era preferible calentarlas en hornos de calor seco a altas temperaturas, siempre siguiendo las indicaciones de la cocina central.
Los aviones comerciales empezaron a enfocarse en el público elitesco, así como los Zeppelin alemanes.
Debido al costo que suponía un viaje por aire, estos vuelos estaban
destinados principalmente a empresarios, que recorrían largas distancias
en sólo horas para atender asuntos de negocios. No obstante, el auge
de la aviación comercial una década después de la Segunda Guerra
Mundial, permitió diversificar el servicio, enfocado principalmente en el turismo.
Lógicamente esta apertura trajo como consecuencia que las aerolíneas prestasen cada vez más atención a las comidas que servían a bordo, debido a que el público se volvía cada vez más exigente en materia de gastronomía, al punto que una de las razones para escoger a una aerolínea de otra, podía radicar en la comida servida a bordo.
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